viernes, 22 de noviembre de 2013

Sobre los pioneros del futuro.

Estamos asistiendo a un año nefasto para la economía mundial. Ya saben, es la cantinela de todos los días.
¡CRISIS! ¡CRISIS! ¡CRISIS!
Y una de las consecuencias de este síndrome tan famoso en nuestros días, fue que han cerrado la NASA, y los transbordadores espaciales han sido jubilados.
No quiero decir que este incidente, que no pasa de ser una anécdota para un ciudadano medio, sea un acontecimiento realmente grave. Es mucho más alarmante saber que en España hay niños que empiezan a pasar hambre porque a sus familias les cuesta mantenerlas (Con lo que nos ha costado quitarnos de encima el San Benito de país tercermundista, y es probable que la próxima generación de niños españoles vivan peor que la de sus padres). Y digo que es alarmante, pero no preocupante, porque preocupándonos, no arreglamos nada.
Ahora bien, volviendo al tema del cierre de la NASA, he de confesar que me llega a inquietar, como escritor de ciencia ficción que soy, porque con la retirada de los transbordadores, se queda más lejano el día en que podamos viajar por el espacio en vuelos civiles, como en los que describo en "El planeta de la noche eterna".
Admito que esta decisión fue racional y correcta, pues hay que tener en cuenta que estos transbordadores se habían quedado obsoletos, viejos por el uso y el paso de los años (Sin embargo, los cohetes y cápsulas rusos siguen funcionando, ¡mira qué curioso!).
Y también advierto que en los últimos años, la mayoría de los avances en el campo de la exploración espacial se debieron a los astrónomos, que sentados en la Tierra y sin tener que salir del planeta, han descubierto planetas similares a la Tierra, galaxias lejanas, e incluso han reescrito la teoría del big bang.
Fundamentalmente, los motivos por los que me apena esta noticia son de naturaleza sentimental, o si lo prefieren, una decepción para mi niño interior, que todavía quiere ser astronauta.
Sin embargo, también me he enterado de que un millonario ha contratado a antiguos empleados de la NASA, porque quiere abrir su propia agencia espacial, con el fin último de establecer una colonia en Marte. Y (¡Oh, sorpresa!) busca voluntarios para ir allí, a cambio de patrocinar este proyecto con una pequeña donación.
No me voy a detener a dilucidar si esta empresa va en serio o es una especie de timo, porque ya lo descubriremos con el paso del tiempo. Lo que impacta de esta noticia, es que han respondido más de tres millones de personas de todo el mundo.
Y es una cifra que da que pensar, que tanta gente esté dispuesta a abandonar el planeta, a viajar al espacio, a otro planeta.
Se podía pensar en que se tratan de personas desarraigadas, que no tienen ningún apego por la Tierra, ni por esta sociedad (igual, si no hubiera tanta crisis).
Pero creo que esta respuesta masiva viene dado por un sentimiento más profundo, el mismo que impulsó a Alejandro Magno a expandir su imperio al este, el que empujó a Marco Polo para que fuera a las Indias por un lado, y a Cristobal Colón, por el otro, el que incitó a que Magallanes iniciara su vuelta al mundo, el que llevó a Gagarin y Armstrong a que se subieran a vehículos casi experimentales, que les conducirían a donde ningún ser humano estuvo antes.
Y es que, a pesar de sus miserias, el ser humano es una especie pionera, exploradora, que no se detendrá y superará todos los obstáculos que se pongan en su camino, hasta descubrir nuevos territorios, nuevos lugares, nuevos misterios.
Y ellos, estos pioneros del futuro, son precisamente los lectores para los que escribo, para que encuentren inspiración en mis obras.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Sobre Hercólobus.

Buscando documentación, y así abrir más entradas para la promoción de "El planeta de la noche eterna", he descubierto datos sobre una leyenda urbana de hoy en día con tintes apocalípticos. Se trata de el planeta Hercólubus, presunto planeta vagabundo, o astro que existe en el Sistema Solar, pero que ningún astrónomo había catalogado a pesar de que su masa sea seis veces superior a la de Júpiter.
Sin embargo, no es la primera vez que oí hablar de este fenómeno. Sucedió en uno de mis viajes en autobús, que me llevaban de mi hogar familiar a Santiago de Compostela. Fue en Arzúa, en un cartel de presentación de un libro, que compartía espacio publicitario con anuncios de discotecas y varias fiestas locales; Hercólobus, el planeta que provocaría el fin del mundo.
De aquella era joven e impresionable, y claro está, me asustó tanto ese concepto que llegué a preguntarme, ¿por qué no me enteré de este tema antes? Porque si íbamos morir todos por la presencia de este mundo, tendría que ser una cosa que saliera más a menudo en las noticias.
No obstante, enseguida llegué a la conclusión lógica; es absurdo que alguien se entere del fin del mundo a través de un cartel publicitario que promociona un libro, entre el anuncio del último concierto de la orquesta de moda, y las actuaciones de la discoteca más marchosa de la región.
Obviamente, el tema de Hercólubos es un bulo, un pretexto para vender libros con el tema de fondo del fin del milenio pasado, y reforzado recientemente por la llegada del solsticio de invierno del 2012.
Y esta convicción se refuerza cuando se comprueban los datos referidos de este planeta, como su situación y su masa. Se supone que este planeta se acercaría tanto a la Tierra, que su campo gravitatorio nos afectaría de manera catastrófica. Incluso he oído que puede llegar a impactar contra nosotros, provocando un cataclismo de proporciones cósmicas.
El principal motivo por lo que no doy crédito es, más que nunca, evidente; si este planeta es tan grande y se acercaría tanto, se vería a simple vista en el cielo diurno. Y aunque fuera físicamente real, sus interacciones gravitatorias con nuestro planeta sería insignificantes en comparación con la interacción de la Tierra con el Sol. Yen  la Tierra no suceden catástrofes por culpa del influjo gravitatorio del Sol.
Pero hay una razón, mocho más que evidente, y es el origen de esta leyenda; las visiones místicas de un abogado brasileño.
Lo que deja todavía más absurdo el simple hecho de que se escriban ríos de tinta por causa de este tema. Por esta misma regla de tres, los seguidores del doctor Who deberían tener miedo de la oscuridad o de las estatuas de ángeles llorosos.
De todas maneras, por muchas correcciones que se publiquen, seguramente volveremos a oír de este planeta, cuando se acerque la próxima fecha que se atribuya al fin del mundo.

viernes, 1 de noviembre de 2013

La importancia de los oficios.

Es curioso cómo cambian las preguntas que uno se hace a lo largo de la vida...
Pues cuando terminé mis estudios y me puse a buscar una ocupación, me hice una pregunta que nunca antes me había formulado; ¿A qué se dedican mis parientes lejanos (Me refiero a esos parientes que solamente veo una vez al año, cuando vienen de vacaciones al pueblo)?
Puede que la pregunta sea ingenua, impropia de alguien tan mayor, que ya se le presupone cierto bagaje de experiencias. Pero lo cierto es, que hasta que no me vi obligado a dedicarme a una profesión, nunca se me ocurrió plantearme por los oficios de mis parientes urbanitas, que no están condenados a tener que trabajar con el ganado y a lidiar con las fuerzas de la naturaleza para proteger sus cosechas.
Y es que estas cuestiones se deberían hacer más a menudo, pues, como escritor, me he dado cuenta de que decir que tal individuo se dedica a esto, y que ese otro trabaja en tal tarea, es una manera muy rápida de definir a un personaje.
Un ejemplo muy claro está en Joe Blazer, la protagonista de "El planeta de la noche eterna". Si hubiera tenido que describir su vida y sus habilidades, tendría que haber usado varias páginas. Sin embargo, si me limito a decir que es oficial de seguridad de una nave civil (y que tuvo un pasado como militar), el lector ya adivinará que esta mujer presenta varias cualidades específicas, propias de esta profesión, o incluso puede vislumbrar cómo sería su currículo. Es más, ya sabe que en caso de peligro, ella reaccionará rápidamente, y que no se detendrá ante nada con tal de que ningún tripulante o pasajero salga dañado.
Y es que tener un oficio es importante, y no solamente para ganarse un buen sueldo. Porque un oficio, una ocupación, define a la persona, y ya sirve de carta de presentación para cualquier individuo nuevo que conozca por primera vez a la mencionada persona.

sábado, 26 de octubre de 2013

Más sobre la hipótesis Gaia

Y para recalcar lo dicho en la anterior entrada, os subo este vídeo, un fragmento de una entrevista de Punset a Lovelock.


Y ya saben; lean "El planeta de la noche eterna" para saber sobre más temas interesantes.

viernes, 25 de octubre de 2013

Sobre la hipótesis Gaia.

Cuando me embarco en la escritura de un relato, en lo primero en que me fijo es en que lo que estoy escribiendo sea algo entretenido (tanto para mí, como para el lector). No obstante cuando veo la ocasión (y la historia así lo exige), suelo introducir datos que no son conocidos por el gran público, y que considero que todo el mundo debería conocer.
En el caso de "El planeta de la noche eterna", una de los datos que infiltré fueron los detalles de la hipótesis de Gaia, formula en su momento por James Lovelock y Lynn Marguiles.
Esta hipótesis intenta dar una explicación satisfactoria a la principal característica de la Tierra, la que la diferencia de los demás planetas del Sistema Solar; la aparición masiva de la vida.
Según esta teoría, muy bien aceptada por los científicos de hoy en día, dice que en un principio, la Tierra fue un planeta inerte, igual que el resto de los astros del Sistema Solar. Debido a las condiciones atmosféricas de esta tierra primitiva, surgieron los primeros aminoácidos sencillos, y después las primeras moléculas orgánicas, los catalizadores, los enzimas, las estructuras moleculares complejas... No tardaron en aparecer los primeros seres vivos de la Tierra, que eran unos sencillos microorganismos.
Se especula que estos primeros organismos sería muy similares a las cianobacterias, capaces de realizar el famosos proceso de la fotosíntesis, con el cual, se sintetizaba materia orgánica a la vez que se producía oxígeno.
Ahora bien, para estos organismos primitivos, el oxígeno era una sustancia tóxica. Lo liberaban a la atmósfera primigenia, "contaminándola", hasta convertirla en la actual atmósfera de la que disfrutamos hoy en día disfrutamos , al ser descendientes de los organismos que vinieron después, quedando arrinconadas las cianobacterias a lugares donde escasea el oxígeno.
En otras palabras, que en la Tierra, primero aparecieron seres vivos, y posteriormente, apareció la atmósfera rica en oxígeno, que fue producida por estos primeros seres vivos.
Es decir, que la vida puede surgir en otros planetas, y que si algún día encontramos otro mundo que goce de una atmósfera similar a la nuestra, estará habitado.
Y además, seguir los pasos descritos por esta hipótesis, también sirve para definir cómo sería el proceso para crear atmósfera en planetas muertos. Primero, enviamos los microorganismos pertinentes, y después, esperamos a que el planeta sea habitable.
De estas cosas también se hablan en mi libro, aunque no las nombro como "hipótesis Gaia"

viernes, 18 de octubre de 2013

Sobre el rigor científico.

Teniendo en cuenta que me dedico a escribir ciencia ficción, soy muy consciente de que estoy obligado a mantener cierto rigor científico en mis relatos.
No obstante, al tener yo formación científica, ya muchos dan por sentado que cometeré errores ortográficos a menudo, y por lo tanto, no se sorprenderán si encuentran mis escritos plagados por erratas (¡Ay! ¿Cuando tendre ha alguién qué aga estás tarehas por mi?)
Sin embargo, al tener formación científica, muchas de las exposiciones que escribo son de fiar. Y no estoy hablando solamente de los detalles técnicos o naturales, sino también, de la manera de escribir las cosas.
Porque, por muy sorprendente que pueda aparecer, las gentes que hemos estudiado ciencias también tenemos que cumplir ciertas normas gramaticales que los profanos en la materia ignoran.
El origen de estas reflexiones viene dado por una exposición de animales animatrónicos que presencie los últimos días en As Cancelas, en Santiago de Compostela, que mostraban una serie de reconstrucciones de criaturas que vivieron en la Edad de Hielo.
Ni que decir tiene que esta exposición hizo mis delicias, además de las de los niños que pasaron por la cena, y de cualquier otro visitante que tuviera la más mínima curiosidad sobre estos seres, reproducciones animatrónicas de seres que existieron (o existen) en el mundo real, que se movían o rugían cada vez que alguien se les acercaba.
Pero mi gozo se vino abajo al leer los textos de explicación que acompañaban a cada una de esas criaturas, y no fue porque encontrara que la información ahí expuesta fuera incompleta o inexacta. De hecho, era muy útil para que un profano en paleontología se acercase a estos temas, y se informara de ello.
Lo que me llamó la atención, ¡era ver que los nombres científicos de los animales estaban mal escritos!
Todo el que ha estudiado algo de taxonomía, sabe que cuando hay que escribir el nombre científico de un ser vivo, tiene que hacerlo en dos palabras; el nominativo genérico, y el epíteto específico. Pero además, tiene que escribirse en minúsculas, a excepción de la primera letra del nominativo específico. Y también, los nombres científicos se escriben en cursiva, o en su defecto, subrayados.
Y por lo tanto (y como ejemplo), al mamut, que apareció en el texto como Mamulus Imperialis, se tenía que haber escrito Mamulus imperialis, o, Mamulus imperialis.
Este error demuestra que el que escribió esos textos para la exposición, no fue ningún científico (aunque sí sería alguien que controlaba algo de latín).
Por mi parte, yo no cometí este error cuando mencioné al Sauriopithecus habilis en mi anterior novela.
Y hablando del tema; no se olviden de leer "El planeta de la noche eterna".

jueves, 17 de octubre de 2013

Sobre la necesidad de un buen antagonista.

En mi anterior entrada hablé de la necesidad de poner a los protagonistas de "El Planeta de la Noche Eterna" en situaciones peligrosas, porque así, demuestran de qué pasta están realmente hechos.
Con la presente entrada, tengo que hablar de los antagonistas, que son los que crean estas situaciones peligrosas que ponen a prueba a los protagonistas, y hacen que la historia tenga recorrido.
Un buen antagonista es aquel ser, que es conocido por el común de los mortales como el "malo". Es esa persona que le hace la vida imposible al protagonista, y con la que tiene que combatir o lidiar. Y la mayoría de las veces, despierta los deseos de aniquilar tanto del protagonista como del lector.
Sin embargo, lo anteriormente descrito es una visión muy simplista de lo qué tiene que un antagonista decente. Se debe a que vivimos en un mundo en donde lo que cuenta es la inmediatez, y por consiguiente, el antagonista suele ser un individuo que está ahí, solamente para que el protagonista lo machaque y lo mate. La prueba de ello está en cualquier videojuego violento o de acción, donde los enemigos entran en escena, única y exclusivamente, para que el héroe de turno los envíe al otro barrio, y se ensañe con ellos con la excusa de que son muy malvados, y que el mundo estaría mejor sin ellos.
En un primer momento, se podría pensar que esta situación se repite también en mi novela, que estos terroristas que toman la Mézières, han saboteado esta nave para que la oficial de seguridad les dé su más que merecido castigo. Sin embargo, intenté profundizar en la personalidad de uno de ellos, para aclarar que estos individuos se criaron fuera de esta sociedad utópica, que crecieron en un ambiente hostil y opresivo, y que era el único modo de vida "digno" que ellos conocían, convencidos de que todos los males que sufrieron en sus vidas era por culpa de los ciudadanos de esta civilización espacial casi perfecta que intenta subsistir en un universo distópico.
Así pues, intenté que el lector sintiera lástima por este miserable, una pena que enseguida se esfumaría, porque al instante, vuelve a retomar sus malos hábitos y acciones.
Y por lo tanto, también recibirá su justo castigo.

jueves, 10 de octubre de 2013

Sobre las reacciones ante el peligro.

Una de las cosas que pretendía hacer con "El planeta de la noche eterna", además de describir a esta sociedad utópica a través de los personajes, era dilucidar cómo reaccionarían cada uno de ellos ante una situación de peligro.
Hay que tener en cuenta que la Mézières es una nave civil, y a bordo, la única persona que goza de experiencia  militar es la oficial de seguridad. Cuando sufren el sabotaje y el accidente, se suceden las compresivas escenas de pánico. Y la cosa empeora cuando los autores del mencionado sabotaje se revelan entre el pasaje y se amotinan, apoderándose de la nave y de todo lo que hay a bordo.
En un primer momento, es fácil predecir el comportamiento de estos rehenes; obedecer a todas las órdenes dadas por los terroristas armados. No obstante, hay personajes que muestran más entereza que otros a la hora de tratar con sus captores, y algunos de ellos sufren las nefastas consecuencias de ser tan valientes, aterrorizando así al resto de los prisioneros.
Y claro, como son personas que, a diferencia de sus captores, crecieron en una sociedad utópica, donde reina el bienestar, la paz y la armonía, lo lógico es pensar que permanecerían así de obedientes, y que no aprovecharían la primera oportunidad para enfrentarse a estos terroristas.
Es un gran error pensar así.
Alguien que ha crecido en una sociedad así, puede que parezca que no sabe defenderse, que no sabe pelear. Sin embargo, una persona así, a diferencia de alguien que se crió en una sociedad hostil y decadente, tiene algo que no posee su antagonista.
Tiene un buen motivo para luchar; defender y preservar la utopía donde ha crecido.
Puede que piensen que peco de ingenuo al formular semejante razonamiento, sin embargo, sucede así en realidad.
El ejemplo más claro lo encontraríamos en cualquier ciudadano medio de Estados Unidos. Fuera de sus fronteras, se tiene la creencia de que estas gentes, como viven tan bien, rodeadas de comodidades, no son capaces de defenderse ante un ataque del exterior o una situación hostil.
Y no exagero. Esto mismo es lo que sucedió en Cuba en 1898, cuando los españoles pensábamos que podríamos repelerlos porque nos creíamos más recios y valientes que ellos. Cometimos el mismo error que cometieron todos los países y organizaciones que desafiaron su maquinaria militar a lo largo de los años siguientes, desde los japoneses en la segunda guerra mundial, pasando por los rusos, irakíes y afganos, hasta norcoreanos en la actualidad; si viven tan bien, mucho mejor que nosotros, entonces, no saben luchar.
Y esto mismo es lo que sucede en mi novela. Cuando alguno de estos civiles ve la oportunidad de enfrentarse a sus captores y dar la vuelta a la situación, la aprovecha.
Y precisamente, suele ser la persona de la que menos se espera que actúe así, la que termina luchando contra sus enemigos.

martes, 8 de octubre de 2013

Para saber más sobre los planetas vagabundos.

Os subo este vídeo, para que sepáis más cosas sobre los planetas vagabundos (o errantes).


Y ya sabéis, si queréis viajar a uno de estos mundos, la forma más rentable es que leáis mi libro, "El planeta de la noche eterna".

lunes, 7 de octubre de 2013

¿Qué es un planeta vagabundo?

Una de las razones por las que me encanta el género de ciencia ficción, es porque hace más sencilla la transmisión de nuevos datos y conocimientos, que probablemente sean desconocidos para el lector. En otras palabras, que es más fácil aprender cuando uno está entretenido.
En cada novela que escribo, además de enganchar al lector con la historia, también intento enseñarle algo de lo que sé. En esta ocasión se trata del concepto de planeta vagabundo o errante.
Un planeta vagabundo es un astro que viaja por el universo sin orbitar ninguna estrella. Es decir, que no pertenece a ningún sistema estelar, y por consiguiente, en su superficie siempre es de noche. De aquí, el acertado título de "El planeta de la noche eterna".
Para comprender la existencia de estos astros, hay que recordar el proceso que formó los planetas (por ejemplo) en el sistema solar. En un primer momento, nuestro sistema solar no era más que polvo, girando en torno de un sol joven. Cada una de esas partículas sólidas disponía de su propio campo gravitatorio, lo que contribuyó a que se atrajeran mutuamente con los demás elementos de su entorno. Así, durante un largo proceso, las partículas fueron formando rocas, pequeños asteroides, que también se atrajeron entre si. Y como estos asteroides iban teniendo más masa, los impactos iban siendo también más violentos.
A partir de la unión de estos asteroides se fueron formando planetas rocosos enteros. De los cuales, muchos de ellos todavía se están enfriando, y gracias a las interacciones gravitatorias con los demás astros del sistema estelar, también  presentan un manto fluido compuesto de magma, que no es más que una reminiscencia del aspecto de un planeta joven, con su superficie cubierta de lava, cráteres y volcanes..
Así pues, este proceso de formación de planetas también se puede dar en el espacio profundo, en las vastas extensiones vacías existentes entre las estrellas. Pero sin embargo, al carecer de una estrella con la que interaccionar, estos planetas solitarios enfrían más rápidamente y en un tiempo relativamente corto, terminan siendo totalmente sólidos.
También hay otra teoría sobre la formación de un planeta vagabundo, que muchos de ellos formaron parte de la periferia de un sistema estelar, y que en un momento dado (por  la velocidad de escape de la propia órbita, por la muerte de la estrella central, por el impacto cataclísmico con otro astro), este planeta fue despedido al espacio profundo.
A la hora de introducir un planeta así en mi novela, me encontré con un problema técnico. ¿Cómo hacer que la Mézières se encontrara con un planeta así? Con lo grande que es el universo, es matemáticamente improbable que dos objetos tan diminutos e insignificantes se encontrasen. Así que de aquí surgió la idea del sabotaje y del posterior motín. Es decir, que el accidentado aterrizaje en este planeta no fue una cuestión de azar, que fue premeditado.
Además, el planeta vagabundo de mi novela no es nada convencional. Rota, tiene atmósfera, no es demasiado frío, e incluso presenta magma en el subsuelo. Es más, también hay ruinas de una antigua civilización, cuya entrada está guardada por un par de obeliscos.
Así que el misterio transcendental al que enfrento al lector es, ¿por qué alguien quería montar una colonia en un lugar tan apartado del universo?

domingo, 6 de octubre de 2013

Sobre el diseño de naves espaciales.

Una de las tareas más tediosas para un escritor, es la de encontrar un nombre apropiado para sus personajes. No sucede de diferente forma a la hora de bautizar una nave espacial.
En el caso de la nave que tiene este viaje tan accidentado a "El planeta de la noche eterna", en lo primero que pensé fue en su diseño, adaptado a los viajes de larga distancia. Por consiguiente, era necesario un componente vital, una cubierta u cubículo que tiene que estar presente en cualquier nave que esté destinada a realizar viajes que duran varios meses.
Se trata de un cubierta de biosfera, una especie de jardín enlatado, donde los tripulantes cultivan y cosechan plantas, que además de proporcionar alimentos, ayudan al soporte vital de a bordo, aportando oxigeno y evitando que la atmósfera interior termine por enrarecerse.
A partir de aquí, me explayé con las zonas de ocio o entretenimiento para los pasajeros. Y por lo tanto, un viaje en esta nave, se parecía bastante a realizar una travesía oceánica con cualquiera de los trasatlánticos de hoy en día. Además, aproveché estas zonas y las descripciones de sus pasajeros para hacer una radiografía de esta civilización futura, pues a bordo van varios personajes que son representativos, estereotipos de esta sociedad futura.
Por ejemplo, tenemos a un par de amigas, adolescentes y bien criadas, inspiradas directamente por las típicas chicas japonesas de hoy en día, que se obstinan en llevar el pelo teñido, y en salir de compras o de marcha con sus amigos. No es extraño que este tipo de chica abunde en esta sociedad utópica del futuro, donde se garantiza el bienestar y la felicidad de sus ciudadanos...
Pero me estoy desviando del tema. Retomando, esta nave sería una especie de trasatlántico volante, que además, estaría protegido por un escudo, una especie de campo de fuerza, para proteger su casco del rozamiento y de los impactos con las partículas sólidas que flotan en el vacío del espacio. En este aspecto, me tomé la licencia de que este peligro también existiría en el hiperespacio, que es donde nuestra nave tendría el accidente que empezaría con esta aventura oscura. Y además, tiene que haber un campo de gravedad artificial, para evitar el deterioro físico del pasaje y de la tripulación por culpa del ambiente ingrávido.
Finalmente, llegó el tan tedioso momento del bautizo. He de confesar, que en el momento de escribir esta novela, estaba completando mi colección de comics de "Valerian", que narran las aventuras de una pareja de exploradores a través del espacio y del tiempo. Y en este comic, (que en su día también sirvió de inspiración para Star Wars), en ocasiones, los protagonistas también viajan en naves de lujo, trasatlánticos voladores, llegando a codearse con los seres más ricos e influyentes del universo.
Y teniendo en cuenta que la nave de mi novela es de uso civil, en un primer momento, decidí llamarla "Laureline" o "Laury", que es el nombre que tiene la compañera de Valerian. Sin embargo, al final decidí ser un poco más críptico, y la llame "Mézières", que es el apellido de uno de los autores de este histórico comic de ciencia ficción.
Así pues, el nombre de mi nave es un homenaje a Valerian.

sábado, 5 de octubre de 2013

Sobre los viajes que inspiran.

Siempre he querido ser escritor, y en a principios del 2012, cuando por fin publicaron mi primera novela, decidí ir a Madrid para presentarme a mi editor.
En realidad, no fue necesario que yo me desplazara desde Santiago de Compostela hasta Madrid. Hoy en día, en el mundo editorial, las nuevas tecnologías habían hecho que este tipo de presentaciones quedaran obsoletas. No obstante, yo estaba tan mentalizado para hacer esa reunión, que fui de todas formas a Madrid, para conocer a la editorial, y de paso, resolver las dudas que tenía sobre la publicación de mi novela.
Y es que me encontraba en la gloria. Después de tantos esfuerzos por publicar alguna de mis obras, incluyendo dos horas encerrado en un cibercafé buscando editoriales, y otros tantos años enviando cartas a las editoriales, por fin había conseguido publicar "El Polizonte del Philadelphia", que se convertiría en mi primera novela para el gran público.
Más tarde, llegarían las decepciones y los desengaños, pero todas esas experiencias ya las escribí en mi anterior blog. Las presentes líneas son para contaros cosas sobre la siguiente novela que he publicado, cuya fuente de inspiración fue ese viaje a Madrid.
Pues de aquella, me hacía ilusión publicar una serie de novelas ambientadas en el universo de "El Polizonte del Philadelphia", y estuve dándole vueltas durante el trayecto nocturno de más de ocho horas que tardaba el tren en llevarme desde Santiago hasta Madrid, y por lo tanto, a pesar de las horas tardías, fue mucho tiempo y se me hizo bastante largo.
Fue divagando en la duración de ese viaje cómo se empezó a gestar la trama de "El planeta de la noche eterna". Ese viaje me pareció demasiado largo, y aunque intentaba dormir, no pude. Entonces se me ocurrió imaginar cómo sería un viaje en una nave espacial, que tiene que atravesar vastas distancias estelares, para trasladarse de un lado a otro del universo conocido. Pensé que tendría que ser muy aburrido...
A no ser que la propia nave espacial dispusiera de centros de ocio, para que los pasajeros pudieran matar el tiempo (como comprobé personalmente en el viaje de vuelta a Santiago, que fue de día y visionando un par de películas proyectadas en el tren).
También tuve una experiencia típica de cualquier pasajero novato de este tren. Cuando llegué a Medina del Campo, el tren se detuvo, y yo pude dormirme. Sin embargo, cuando me desperté (una media hora después, creo), me encontré con que el tren ya se movía y marchaba hacía atrás, o eso era lo que me parecía. Durante varios segundos, creí que me había perdido, hasta que comprendí que ese cambio de sentido era una maniobra habitual de los trenes que venían del norte de España, que se unían en uno solo para concluir sus respectivos viajes a Madrid.
De aquí salió la idea que generaría el conflicto en mi nave espacial; ¿sería horrible ser un pasajero de esta nave, si de pronto, en mitad del viaje, surgiera un imprevisto en forma de accidente?
Y así, cuando finalmente pude ver en persona al editor (y de paso, comprobar que era alguien de carne y hueso), le comenté mi idea sobre una nave espacial que viaja a un planeta vagabundo (concepto que desarrollaré en posteriores entradas), avivando su interés (ya que la editorial también publicaba libros de astronomía).
Pero cuando por fin terminé de escribir "El planeta de la noche" descubrí que la editorial ya había cerrado. Así que me vi en la tesitura de tirar este borrador a la basura, porque esta novela era una especie de precuela no oficial de "El Polizonte del Philadelphia".
No obstante, cierto escritor chileno me habló de Amazon, y que se podía publicar gratis allí...
Y cada vez que lo pienso, me pregunto; ¿por qué demonios perdí el tiempo intentando convencer a las editoriales?