domingo, 6 de octubre de 2013

Sobre el diseño de naves espaciales.

Una de las tareas más tediosas para un escritor, es la de encontrar un nombre apropiado para sus personajes. No sucede de diferente forma a la hora de bautizar una nave espacial.
En el caso de la nave que tiene este viaje tan accidentado a "El planeta de la noche eterna", en lo primero que pensé fue en su diseño, adaptado a los viajes de larga distancia. Por consiguiente, era necesario un componente vital, una cubierta u cubículo que tiene que estar presente en cualquier nave que esté destinada a realizar viajes que duran varios meses.
Se trata de un cubierta de biosfera, una especie de jardín enlatado, donde los tripulantes cultivan y cosechan plantas, que además de proporcionar alimentos, ayudan al soporte vital de a bordo, aportando oxigeno y evitando que la atmósfera interior termine por enrarecerse.
A partir de aquí, me explayé con las zonas de ocio o entretenimiento para los pasajeros. Y por lo tanto, un viaje en esta nave, se parecía bastante a realizar una travesía oceánica con cualquiera de los trasatlánticos de hoy en día. Además, aproveché estas zonas y las descripciones de sus pasajeros para hacer una radiografía de esta civilización futura, pues a bordo van varios personajes que son representativos, estereotipos de esta sociedad futura.
Por ejemplo, tenemos a un par de amigas, adolescentes y bien criadas, inspiradas directamente por las típicas chicas japonesas de hoy en día, que se obstinan en llevar el pelo teñido, y en salir de compras o de marcha con sus amigos. No es extraño que este tipo de chica abunde en esta sociedad utópica del futuro, donde se garantiza el bienestar y la felicidad de sus ciudadanos...
Pero me estoy desviando del tema. Retomando, esta nave sería una especie de trasatlántico volante, que además, estaría protegido por un escudo, una especie de campo de fuerza, para proteger su casco del rozamiento y de los impactos con las partículas sólidas que flotan en el vacío del espacio. En este aspecto, me tomé la licencia de que este peligro también existiría en el hiperespacio, que es donde nuestra nave tendría el accidente que empezaría con esta aventura oscura. Y además, tiene que haber un campo de gravedad artificial, para evitar el deterioro físico del pasaje y de la tripulación por culpa del ambiente ingrávido.
Finalmente, llegó el tan tedioso momento del bautizo. He de confesar, que en el momento de escribir esta novela, estaba completando mi colección de comics de "Valerian", que narran las aventuras de una pareja de exploradores a través del espacio y del tiempo. Y en este comic, (que en su día también sirvió de inspiración para Star Wars), en ocasiones, los protagonistas también viajan en naves de lujo, trasatlánticos voladores, llegando a codearse con los seres más ricos e influyentes del universo.
Y teniendo en cuenta que la nave de mi novela es de uso civil, en un primer momento, decidí llamarla "Laureline" o "Laury", que es el nombre que tiene la compañera de Valerian. Sin embargo, al final decidí ser un poco más críptico, y la llame "Mézières", que es el apellido de uno de los autores de este histórico comic de ciencia ficción.
Así pues, el nombre de mi nave es un homenaje a Valerian.

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