jueves, 17 de octubre de 2013

Sobre la necesidad de un buen antagonista.

En mi anterior entrada hablé de la necesidad de poner a los protagonistas de "El Planeta de la Noche Eterna" en situaciones peligrosas, porque así, demuestran de qué pasta están realmente hechos.
Con la presente entrada, tengo que hablar de los antagonistas, que son los que crean estas situaciones peligrosas que ponen a prueba a los protagonistas, y hacen que la historia tenga recorrido.
Un buen antagonista es aquel ser, que es conocido por el común de los mortales como el "malo". Es esa persona que le hace la vida imposible al protagonista, y con la que tiene que combatir o lidiar. Y la mayoría de las veces, despierta los deseos de aniquilar tanto del protagonista como del lector.
Sin embargo, lo anteriormente descrito es una visión muy simplista de lo qué tiene que un antagonista decente. Se debe a que vivimos en un mundo en donde lo que cuenta es la inmediatez, y por consiguiente, el antagonista suele ser un individuo que está ahí, solamente para que el protagonista lo machaque y lo mate. La prueba de ello está en cualquier videojuego violento o de acción, donde los enemigos entran en escena, única y exclusivamente, para que el héroe de turno los envíe al otro barrio, y se ensañe con ellos con la excusa de que son muy malvados, y que el mundo estaría mejor sin ellos.
En un primer momento, se podría pensar que esta situación se repite también en mi novela, que estos terroristas que toman la Mézières, han saboteado esta nave para que la oficial de seguridad les dé su más que merecido castigo. Sin embargo, intenté profundizar en la personalidad de uno de ellos, para aclarar que estos individuos se criaron fuera de esta sociedad utópica, que crecieron en un ambiente hostil y opresivo, y que era el único modo de vida "digno" que ellos conocían, convencidos de que todos los males que sufrieron en sus vidas era por culpa de los ciudadanos de esta civilización espacial casi perfecta que intenta subsistir en un universo distópico.
Así pues, intenté que el lector sintiera lástima por este miserable, una pena que enseguida se esfumaría, porque al instante, vuelve a retomar sus malos hábitos y acciones.
Y por lo tanto, también recibirá su justo castigo.

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