jueves, 10 de octubre de 2013

Sobre las reacciones ante el peligro.

Una de las cosas que pretendía hacer con "El planeta de la noche eterna", además de describir a esta sociedad utópica a través de los personajes, era dilucidar cómo reaccionarían cada uno de ellos ante una situación de peligro.
Hay que tener en cuenta que la Mézières es una nave civil, y a bordo, la única persona que goza de experiencia  militar es la oficial de seguridad. Cuando sufren el sabotaje y el accidente, se suceden las compresivas escenas de pánico. Y la cosa empeora cuando los autores del mencionado sabotaje se revelan entre el pasaje y se amotinan, apoderándose de la nave y de todo lo que hay a bordo.
En un primer momento, es fácil predecir el comportamiento de estos rehenes; obedecer a todas las órdenes dadas por los terroristas armados. No obstante, hay personajes que muestran más entereza que otros a la hora de tratar con sus captores, y algunos de ellos sufren las nefastas consecuencias de ser tan valientes, aterrorizando así al resto de los prisioneros.
Y claro, como son personas que, a diferencia de sus captores, crecieron en una sociedad utópica, donde reina el bienestar, la paz y la armonía, lo lógico es pensar que permanecerían así de obedientes, y que no aprovecharían la primera oportunidad para enfrentarse a estos terroristas.
Es un gran error pensar así.
Alguien que ha crecido en una sociedad así, puede que parezca que no sabe defenderse, que no sabe pelear. Sin embargo, una persona así, a diferencia de alguien que se crió en una sociedad hostil y decadente, tiene algo que no posee su antagonista.
Tiene un buen motivo para luchar; defender y preservar la utopía donde ha crecido.
Puede que piensen que peco de ingenuo al formular semejante razonamiento, sin embargo, sucede así en realidad.
El ejemplo más claro lo encontraríamos en cualquier ciudadano medio de Estados Unidos. Fuera de sus fronteras, se tiene la creencia de que estas gentes, como viven tan bien, rodeadas de comodidades, no son capaces de defenderse ante un ataque del exterior o una situación hostil.
Y no exagero. Esto mismo es lo que sucedió en Cuba en 1898, cuando los españoles pensábamos que podríamos repelerlos porque nos creíamos más recios y valientes que ellos. Cometimos el mismo error que cometieron todos los países y organizaciones que desafiaron su maquinaria militar a lo largo de los años siguientes, desde los japoneses en la segunda guerra mundial, pasando por los rusos, irakíes y afganos, hasta norcoreanos en la actualidad; si viven tan bien, mucho mejor que nosotros, entonces, no saben luchar.
Y esto mismo es lo que sucede en mi novela. Cuando alguno de estos civiles ve la oportunidad de enfrentarse a sus captores y dar la vuelta a la situación, la aprovecha.
Y precisamente, suele ser la persona de la que menos se espera que actúe así, la que termina luchando contra sus enemigos.

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