sábado, 5 de octubre de 2013

Sobre los viajes que inspiran.

Siempre he querido ser escritor, y en a principios del 2012, cuando por fin publicaron mi primera novela, decidí ir a Madrid para presentarme a mi editor.
En realidad, no fue necesario que yo me desplazara desde Santiago de Compostela hasta Madrid. Hoy en día, en el mundo editorial, las nuevas tecnologías habían hecho que este tipo de presentaciones quedaran obsoletas. No obstante, yo estaba tan mentalizado para hacer esa reunión, que fui de todas formas a Madrid, para conocer a la editorial, y de paso, resolver las dudas que tenía sobre la publicación de mi novela.
Y es que me encontraba en la gloria. Después de tantos esfuerzos por publicar alguna de mis obras, incluyendo dos horas encerrado en un cibercafé buscando editoriales, y otros tantos años enviando cartas a las editoriales, por fin había conseguido publicar "El Polizonte del Philadelphia", que se convertiría en mi primera novela para el gran público.
Más tarde, llegarían las decepciones y los desengaños, pero todas esas experiencias ya las escribí en mi anterior blog. Las presentes líneas son para contaros cosas sobre la siguiente novela que he publicado, cuya fuente de inspiración fue ese viaje a Madrid.
Pues de aquella, me hacía ilusión publicar una serie de novelas ambientadas en el universo de "El Polizonte del Philadelphia", y estuve dándole vueltas durante el trayecto nocturno de más de ocho horas que tardaba el tren en llevarme desde Santiago hasta Madrid, y por lo tanto, a pesar de las horas tardías, fue mucho tiempo y se me hizo bastante largo.
Fue divagando en la duración de ese viaje cómo se empezó a gestar la trama de "El planeta de la noche eterna". Ese viaje me pareció demasiado largo, y aunque intentaba dormir, no pude. Entonces se me ocurrió imaginar cómo sería un viaje en una nave espacial, que tiene que atravesar vastas distancias estelares, para trasladarse de un lado a otro del universo conocido. Pensé que tendría que ser muy aburrido...
A no ser que la propia nave espacial dispusiera de centros de ocio, para que los pasajeros pudieran matar el tiempo (como comprobé personalmente en el viaje de vuelta a Santiago, que fue de día y visionando un par de películas proyectadas en el tren).
También tuve una experiencia típica de cualquier pasajero novato de este tren. Cuando llegué a Medina del Campo, el tren se detuvo, y yo pude dormirme. Sin embargo, cuando me desperté (una media hora después, creo), me encontré con que el tren ya se movía y marchaba hacía atrás, o eso era lo que me parecía. Durante varios segundos, creí que me había perdido, hasta que comprendí que ese cambio de sentido era una maniobra habitual de los trenes que venían del norte de España, que se unían en uno solo para concluir sus respectivos viajes a Madrid.
De aquí salió la idea que generaría el conflicto en mi nave espacial; ¿sería horrible ser un pasajero de esta nave, si de pronto, en mitad del viaje, surgiera un imprevisto en forma de accidente?
Y así, cuando finalmente pude ver en persona al editor (y de paso, comprobar que era alguien de carne y hueso), le comenté mi idea sobre una nave espacial que viaja a un planeta vagabundo (concepto que desarrollaré en posteriores entradas), avivando su interés (ya que la editorial también publicaba libros de astronomía).
Pero cuando por fin terminé de escribir "El planeta de la noche" descubrí que la editorial ya había cerrado. Así que me vi en la tesitura de tirar este borrador a la basura, porque esta novela era una especie de precuela no oficial de "El Polizonte del Philadelphia".
No obstante, cierto escritor chileno me habló de Amazon, y que se podía publicar gratis allí...
Y cada vez que lo pienso, me pregunto; ¿por qué demonios perdí el tiempo intentando convencer a las editoriales?

No hay comentarios:

Publicar un comentario