Tradicionalmente, la ciencia ficción, estaba dirigido a un público masculino, sobre todo cuando en este género se añadía ingredientes de terror, de acción y de aventura. Por lo tanto, los personajes femeninos solían ser criaturas débiles e indefensas, que normalmente eran capturadas por el villano de turno, para que el héroe demostrase su valía y su arrojo en un rescate de proporciones épicas.
Supongo que por este motivo, la mayoría de las chicas no se sienten seguras cuando entran en una tienda de comics o en una librería especializada en este género.
Pero yo soy uno de esos autores que apuestan por esa tendencia de que la protagonista sea mujer. Es cierto que suelo usar este recurso como gancho sexual para atraer al lector masculino, como es el caso de "La Asesina Escarlata", donde la protagonista luce palmito en la portada. Sin embargo, lo cierto es que fui criado entre hermanas, que hoy en día son mujeres fuertes e independientes. Por esta razón sé que si una mujer quiere prosperar en un mundo de hombres, tendrá que esforzarse por ser mejor que ellos.
Los precedentes que argumentan esta decisión son muchas. Tenemos a la teniente Ripley de la saga de los Aliens, a Trinity, de Matrix, a Padme Amidala y Leia Organa de Starwars, a Laureline, la eficiente compañera de Valerian, a la mayor Kusanagi, de Ghost in the Shell, a Lara Croft de Tomb Raider...
Esta lista es aún más larga, pero el logro de estas mujeres no es que atraigan al público masculino. La verdadera hazaña de estas heroínas, es que consiguieron que el público femenino se interese por este género, ya sea porque se veían identificadas con ellas, o porque demuestran que una mujer puede enfrentarse a los mismos peligros que un hombre, tan bien o mejor que ellos.
De ahí, los gustos de Winoma Rider, Zoe Saldana o Moon Bloodgood, que son seguidoras confesas del género de ciencia ficción, y siempre que pueden, aceptan trabajar en este género.
Por esta razón, el protagonista de "El planeta de la noche eterna" es de género femenino, para atraer a las lectoras. Es una oficial de seguridad que tiene que enfrentarse al sabotaje de su nave espacial, y lo hace tan bien como un hombre (bueno, un hombre se hubiera desmayado después de haberse quitado la bala de la pierna).
Y lo mismo sucede con "La Asesina Escarlata", que el protagonista, al tener amnesia, una de las primeras cosas que descubre es que es una mujer, que no deja de ser una metáfora del hecho de que uno no decide nacer siendo de un sexo o del otro.
Y también está el caso de la "Ninfas del Infierno", pero al ser un relato tan erótico y festivo, está claro que mi intención es más bien, atraer a los hombres al género de ciencia ficción.
El planeta de la noche eterna
viernes, 14 de marzo de 2014
viernes, 22 de noviembre de 2013
Sobre los pioneros del futuro.
Estamos asistiendo a un año nefasto para la economía mundial. Ya saben, es la cantinela de todos los días.
No quiero decir que este incidente, que no pasa de ser una anécdota para un ciudadano medio, sea un acontecimiento realmente grave. Es mucho más alarmante saber que en España hay niños que empiezan a pasar hambre porque a sus familias les cuesta mantenerlas (Con lo que nos ha costado quitarnos de encima el San Benito de país tercermundista, y es probable que la próxima generación de niños españoles vivan peor que la de sus padres). Y digo que es alarmante, pero no preocupante, porque preocupándonos, no arreglamos nada.
Ahora bien, volviendo al tema del cierre de la NASA, he de confesar que me llega a inquietar, como escritor de ciencia ficción que soy, porque con la retirada de los transbordadores, se queda más lejano el día en que podamos viajar por el espacio en vuelos civiles, como en los que describo en "El planeta de la noche eterna".
Admito que esta decisión fue racional y correcta, pues hay que tener en cuenta que estos transbordadores se habían quedado obsoletos, viejos por el uso y el paso de los años (Sin embargo, los cohetes y cápsulas rusos siguen funcionando, ¡mira qué curioso!).
Y también advierto que en los últimos años, la mayoría de los avances en el campo de la exploración espacial se debieron a los astrónomos, que sentados en la Tierra y sin tener que salir del planeta, han descubierto planetas similares a la Tierra, galaxias lejanas, e incluso han reescrito la teoría del big bang.
Fundamentalmente, los motivos por los que me apena esta noticia son de naturaleza sentimental, o si lo prefieren, una decepción para mi niño interior, que todavía quiere ser astronauta.
Sin embargo, también me he enterado de que un millonario ha contratado a antiguos empleados de la NASA, porque quiere abrir su propia agencia espacial, con el fin último de establecer una colonia en Marte. Y (¡Oh, sorpresa!) busca voluntarios para ir allí, a cambio de patrocinar este proyecto con una pequeña donación.
No me voy a detener a dilucidar si esta empresa va en serio o es una especie de timo, porque ya lo descubriremos con el paso del tiempo. Lo que impacta de esta noticia, es que han respondido más de tres millones de personas de todo el mundo.
Y es una cifra que da que pensar, que tanta gente esté dispuesta a abandonar el planeta, a viajar al espacio, a otro planeta.
Se podía pensar en que se tratan de personas desarraigadas, que no tienen ningún apego por la Tierra, ni por esta sociedad (igual, si no hubiera tanta crisis).
Pero creo que esta respuesta masiva viene dado por un sentimiento más profundo, el mismo que impulsó a Alejandro Magno a expandir su imperio al este, el que empujó a Marco Polo para que fuera a las Indias por un lado, y a Cristobal Colón, por el otro, el que incitó a que Magallanes iniciara su vuelta al mundo, el que llevó a Gagarin y Armstrong a que se subieran a vehículos casi experimentales, que les conducirían a donde ningún ser humano estuvo antes.
Y es que, a pesar de sus miserias, el ser humano es una especie pionera, exploradora, que no se detendrá y superará todos los obstáculos que se pongan en su camino, hasta descubrir nuevos territorios, nuevos lugares, nuevos misterios.
Y ellos, estos pioneros del futuro, son precisamente los lectores para los que escribo, para que encuentren inspiración en mis obras.
¡CRISIS! ¡CRISIS! ¡CRISIS!
Y una de las consecuencias de este síndrome tan famoso en nuestros días, fue que han cerrado la NASA, y los transbordadores espaciales han sido jubilados.No quiero decir que este incidente, que no pasa de ser una anécdota para un ciudadano medio, sea un acontecimiento realmente grave. Es mucho más alarmante saber que en España hay niños que empiezan a pasar hambre porque a sus familias les cuesta mantenerlas (Con lo que nos ha costado quitarnos de encima el San Benito de país tercermundista, y es probable que la próxima generación de niños españoles vivan peor que la de sus padres). Y digo que es alarmante, pero no preocupante, porque preocupándonos, no arreglamos nada.
Ahora bien, volviendo al tema del cierre de la NASA, he de confesar que me llega a inquietar, como escritor de ciencia ficción que soy, porque con la retirada de los transbordadores, se queda más lejano el día en que podamos viajar por el espacio en vuelos civiles, como en los que describo en "El planeta de la noche eterna".
Admito que esta decisión fue racional y correcta, pues hay que tener en cuenta que estos transbordadores se habían quedado obsoletos, viejos por el uso y el paso de los años (Sin embargo, los cohetes y cápsulas rusos siguen funcionando, ¡mira qué curioso!).
Y también advierto que en los últimos años, la mayoría de los avances en el campo de la exploración espacial se debieron a los astrónomos, que sentados en la Tierra y sin tener que salir del planeta, han descubierto planetas similares a la Tierra, galaxias lejanas, e incluso han reescrito la teoría del big bang.
Fundamentalmente, los motivos por los que me apena esta noticia son de naturaleza sentimental, o si lo prefieren, una decepción para mi niño interior, que todavía quiere ser astronauta.
Sin embargo, también me he enterado de que un millonario ha contratado a antiguos empleados de la NASA, porque quiere abrir su propia agencia espacial, con el fin último de establecer una colonia en Marte. Y (¡Oh, sorpresa!) busca voluntarios para ir allí, a cambio de patrocinar este proyecto con una pequeña donación.
No me voy a detener a dilucidar si esta empresa va en serio o es una especie de timo, porque ya lo descubriremos con el paso del tiempo. Lo que impacta de esta noticia, es que han respondido más de tres millones de personas de todo el mundo.
Y es una cifra que da que pensar, que tanta gente esté dispuesta a abandonar el planeta, a viajar al espacio, a otro planeta.
Se podía pensar en que se tratan de personas desarraigadas, que no tienen ningún apego por la Tierra, ni por esta sociedad (igual, si no hubiera tanta crisis).
Pero creo que esta respuesta masiva viene dado por un sentimiento más profundo, el mismo que impulsó a Alejandro Magno a expandir su imperio al este, el que empujó a Marco Polo para que fuera a las Indias por un lado, y a Cristobal Colón, por el otro, el que incitó a que Magallanes iniciara su vuelta al mundo, el que llevó a Gagarin y Armstrong a que se subieran a vehículos casi experimentales, que les conducirían a donde ningún ser humano estuvo antes.
Y es que, a pesar de sus miserias, el ser humano es una especie pionera, exploradora, que no se detendrá y superará todos los obstáculos que se pongan en su camino, hasta descubrir nuevos territorios, nuevos lugares, nuevos misterios.
Y ellos, estos pioneros del futuro, son precisamente los lectores para los que escribo, para que encuentren inspiración en mis obras.
sábado, 9 de noviembre de 2013
Sobre Hercólobus.
Buscando documentación, y así abrir más entradas para la promoción de "El planeta de la noche eterna", he descubierto datos sobre una leyenda urbana de hoy en día con tintes apocalípticos. Se trata de el planeta Hercólubus, presunto planeta vagabundo, o astro que existe en el Sistema Solar, pero que ningún astrónomo había catalogado a pesar de que su masa sea seis veces superior a la de Júpiter.
Sin embargo, no es la primera vez que oí hablar de este fenómeno. Sucedió en uno de mis viajes en autobús, que me llevaban de mi hogar familiar a Santiago de Compostela. Fue en Arzúa, en un cartel de presentación de un libro, que compartía espacio publicitario con anuncios de discotecas y varias fiestas locales; Hercólobus, el planeta que provocaría el fin del mundo.
De aquella era joven e impresionable, y claro está, me asustó tanto ese concepto que llegué a preguntarme, ¿por qué no me enteré de este tema antes? Porque si íbamos morir todos por la presencia de este mundo, tendría que ser una cosa que saliera más a menudo en las noticias.
No obstante, enseguida llegué a la conclusión lógica; es absurdo que alguien se entere del fin del mundo a través de un cartel publicitario que promociona un libro, entre el anuncio del último concierto de la orquesta de moda, y las actuaciones de la discoteca más marchosa de la región.
Obviamente, el tema de Hercólubos es un bulo, un pretexto para vender libros con el tema de fondo del fin del milenio pasado, y reforzado recientemente por la llegada del solsticio de invierno del 2012.
Y esta convicción se refuerza cuando se comprueban los datos referidos de este planeta, como su situación y su masa. Se supone que este planeta se acercaría tanto a la Tierra, que su campo gravitatorio nos afectaría de manera catastrófica. Incluso he oído que puede llegar a impactar contra nosotros, provocando un cataclismo de proporciones cósmicas.
El principal motivo por lo que no doy crédito es, más que nunca, evidente; si este planeta es tan grande y se acercaría tanto, se vería a simple vista en el cielo diurno. Y aunque fuera físicamente real, sus interacciones gravitatorias con nuestro planeta sería insignificantes en comparación con la interacción de la Tierra con el Sol. Yen la Tierra no suceden catástrofes por culpa del influjo gravitatorio del Sol.
Pero hay una razón, mocho más que evidente, y es el origen de esta leyenda; las visiones místicas de un abogado brasileño.
Lo que deja todavía más absurdo el simple hecho de que se escriban ríos de tinta por causa de este tema. Por esta misma regla de tres, los seguidores del doctor Who deberían tener miedo de la oscuridad o de las estatuas de ángeles llorosos.
De todas maneras, por muchas correcciones que se publiquen, seguramente volveremos a oír de este planeta, cuando se acerque la próxima fecha que se atribuya al fin del mundo.
Sin embargo, no es la primera vez que oí hablar de este fenómeno. Sucedió en uno de mis viajes en autobús, que me llevaban de mi hogar familiar a Santiago de Compostela. Fue en Arzúa, en un cartel de presentación de un libro, que compartía espacio publicitario con anuncios de discotecas y varias fiestas locales; Hercólobus, el planeta que provocaría el fin del mundo.
De aquella era joven e impresionable, y claro está, me asustó tanto ese concepto que llegué a preguntarme, ¿por qué no me enteré de este tema antes? Porque si íbamos morir todos por la presencia de este mundo, tendría que ser una cosa que saliera más a menudo en las noticias.
No obstante, enseguida llegué a la conclusión lógica; es absurdo que alguien se entere del fin del mundo a través de un cartel publicitario que promociona un libro, entre el anuncio del último concierto de la orquesta de moda, y las actuaciones de la discoteca más marchosa de la región.
Obviamente, el tema de Hercólubos es un bulo, un pretexto para vender libros con el tema de fondo del fin del milenio pasado, y reforzado recientemente por la llegada del solsticio de invierno del 2012.
Y esta convicción se refuerza cuando se comprueban los datos referidos de este planeta, como su situación y su masa. Se supone que este planeta se acercaría tanto a la Tierra, que su campo gravitatorio nos afectaría de manera catastrófica. Incluso he oído que puede llegar a impactar contra nosotros, provocando un cataclismo de proporciones cósmicas.
El principal motivo por lo que no doy crédito es, más que nunca, evidente; si este planeta es tan grande y se acercaría tanto, se vería a simple vista en el cielo diurno. Y aunque fuera físicamente real, sus interacciones gravitatorias con nuestro planeta sería insignificantes en comparación con la interacción de la Tierra con el Sol. Yen la Tierra no suceden catástrofes por culpa del influjo gravitatorio del Sol.
Pero hay una razón, mocho más que evidente, y es el origen de esta leyenda; las visiones místicas de un abogado brasileño.
Lo que deja todavía más absurdo el simple hecho de que se escriban ríos de tinta por causa de este tema. Por esta misma regla de tres, los seguidores del doctor Who deberían tener miedo de la oscuridad o de las estatuas de ángeles llorosos.
De todas maneras, por muchas correcciones que se publiquen, seguramente volveremos a oír de este planeta, cuando se acerque la próxima fecha que se atribuya al fin del mundo.
viernes, 1 de noviembre de 2013
La importancia de los oficios.
Es curioso cómo cambian las preguntas que uno se hace a lo largo de la vida...
Pues cuando terminé mis estudios y me puse a buscar una ocupación, me hice una pregunta que nunca antes me había formulado; ¿A qué se dedican mis parientes lejanos (Me refiero a esos parientes que solamente veo una vez al año, cuando vienen de vacaciones al pueblo)?
Puede que la pregunta sea ingenua, impropia de alguien tan mayor, que ya se le presupone cierto bagaje de experiencias. Pero lo cierto es, que hasta que no me vi obligado a dedicarme a una profesión, nunca se me ocurrió plantearme por los oficios de mis parientes urbanitas, que no están condenados a tener que trabajar con el ganado y a lidiar con las fuerzas de la naturaleza para proteger sus cosechas.
Y es que estas cuestiones se deberían hacer más a menudo, pues, como escritor, me he dado cuenta de que decir que tal individuo se dedica a esto, y que ese otro trabaja en tal tarea, es una manera muy rápida de definir a un personaje.
Un ejemplo muy claro está en Joe Blazer, la protagonista de "El planeta de la noche eterna". Si hubiera tenido que describir su vida y sus habilidades, tendría que haber usado varias páginas. Sin embargo, si me limito a decir que es oficial de seguridad de una nave civil (y que tuvo un pasado como militar), el lector ya adivinará que esta mujer presenta varias cualidades específicas, propias de esta profesión, o incluso puede vislumbrar cómo sería su currículo. Es más, ya sabe que en caso de peligro, ella reaccionará rápidamente, y que no se detendrá ante nada con tal de que ningún tripulante o pasajero salga dañado.
Y es que tener un oficio es importante, y no solamente para ganarse un buen sueldo. Porque un oficio, una ocupación, define a la persona, y ya sirve de carta de presentación para cualquier individuo nuevo que conozca por primera vez a la mencionada persona.
Pues cuando terminé mis estudios y me puse a buscar una ocupación, me hice una pregunta que nunca antes me había formulado; ¿A qué se dedican mis parientes lejanos (Me refiero a esos parientes que solamente veo una vez al año, cuando vienen de vacaciones al pueblo)?
Puede que la pregunta sea ingenua, impropia de alguien tan mayor, que ya se le presupone cierto bagaje de experiencias. Pero lo cierto es, que hasta que no me vi obligado a dedicarme a una profesión, nunca se me ocurrió plantearme por los oficios de mis parientes urbanitas, que no están condenados a tener que trabajar con el ganado y a lidiar con las fuerzas de la naturaleza para proteger sus cosechas.
Y es que estas cuestiones se deberían hacer más a menudo, pues, como escritor, me he dado cuenta de que decir que tal individuo se dedica a esto, y que ese otro trabaja en tal tarea, es una manera muy rápida de definir a un personaje.
Un ejemplo muy claro está en Joe Blazer, la protagonista de "El planeta de la noche eterna". Si hubiera tenido que describir su vida y sus habilidades, tendría que haber usado varias páginas. Sin embargo, si me limito a decir que es oficial de seguridad de una nave civil (y que tuvo un pasado como militar), el lector ya adivinará que esta mujer presenta varias cualidades específicas, propias de esta profesión, o incluso puede vislumbrar cómo sería su currículo. Es más, ya sabe que en caso de peligro, ella reaccionará rápidamente, y que no se detendrá ante nada con tal de que ningún tripulante o pasajero salga dañado.
Y es que tener un oficio es importante, y no solamente para ganarse un buen sueldo. Porque un oficio, una ocupación, define a la persona, y ya sirve de carta de presentación para cualquier individuo nuevo que conozca por primera vez a la mencionada persona.
sábado, 26 de octubre de 2013
Más sobre la hipótesis Gaia
Y para recalcar lo dicho en la anterior entrada, os subo este vídeo, un fragmento de una entrevista de Punset a Lovelock.
Y ya saben; lean "El planeta de la noche eterna" para saber sobre más temas interesantes.
Y ya saben; lean "El planeta de la noche eterna" para saber sobre más temas interesantes.
viernes, 25 de octubre de 2013
Sobre la hipótesis Gaia.
Cuando me embarco en la escritura de un relato, en lo primero en que me fijo es en que lo que estoy escribiendo sea algo entretenido (tanto para mí, como para el lector). No obstante cuando veo la ocasión (y la historia así lo exige), suelo introducir datos que no son conocidos por el gran público, y que considero que todo el mundo debería conocer.
En el caso de "El planeta de la noche eterna", una de los datos que infiltré fueron los detalles de la hipótesis de Gaia, formula en su momento por James Lovelock y Lynn Marguiles.
Esta hipótesis intenta dar una explicación satisfactoria a la principal característica de la Tierra, la que la diferencia de los demás planetas del Sistema Solar; la aparición masiva de la vida.
Según esta teoría, muy bien aceptada por los científicos de hoy en día, dice que en un principio, la Tierra fue un planeta inerte, igual que el resto de los astros del Sistema Solar. Debido a las condiciones atmosféricas de esta tierra primitiva, surgieron los primeros aminoácidos sencillos, y después las primeras moléculas orgánicas, los catalizadores, los enzimas, las estructuras moleculares complejas... No tardaron en aparecer los primeros seres vivos de la Tierra, que eran unos sencillos microorganismos.
Se especula que estos primeros organismos sería muy similares a las cianobacterias, capaces de realizar el famosos proceso de la fotosíntesis, con el cual, se sintetizaba materia orgánica a la vez que se producía oxígeno.
Ahora bien, para estos organismos primitivos, el oxígeno era una sustancia tóxica. Lo liberaban a la atmósfera primigenia, "contaminándola", hasta convertirla en la actual atmósfera de la que disfrutamos hoy en día disfrutamos , al ser descendientes de los organismos que vinieron después, quedando arrinconadas las cianobacterias a lugares donde escasea el oxígeno.
En otras palabras, que en la Tierra, primero aparecieron seres vivos, y posteriormente, apareció la atmósfera rica en oxígeno, que fue producida por estos primeros seres vivos.
Es decir, que la vida puede surgir en otros planetas, y que si algún día encontramos otro mundo que goce de una atmósfera similar a la nuestra, estará habitado.
Y además, seguir los pasos descritos por esta hipótesis, también sirve para definir cómo sería el proceso para crear atmósfera en planetas muertos. Primero, enviamos los microorganismos pertinentes, y después, esperamos a que el planeta sea habitable.
De estas cosas también se hablan en mi libro, aunque no las nombro como "hipótesis Gaia"
En el caso de "El planeta de la noche eterna", una de los datos que infiltré fueron los detalles de la hipótesis de Gaia, formula en su momento por James Lovelock y Lynn Marguiles.
Esta hipótesis intenta dar una explicación satisfactoria a la principal característica de la Tierra, la que la diferencia de los demás planetas del Sistema Solar; la aparición masiva de la vida.
Según esta teoría, muy bien aceptada por los científicos de hoy en día, dice que en un principio, la Tierra fue un planeta inerte, igual que el resto de los astros del Sistema Solar. Debido a las condiciones atmosféricas de esta tierra primitiva, surgieron los primeros aminoácidos sencillos, y después las primeras moléculas orgánicas, los catalizadores, los enzimas, las estructuras moleculares complejas... No tardaron en aparecer los primeros seres vivos de la Tierra, que eran unos sencillos microorganismos.
Se especula que estos primeros organismos sería muy similares a las cianobacterias, capaces de realizar el famosos proceso de la fotosíntesis, con el cual, se sintetizaba materia orgánica a la vez que se producía oxígeno.
Ahora bien, para estos organismos primitivos, el oxígeno era una sustancia tóxica. Lo liberaban a la atmósfera primigenia, "contaminándola", hasta convertirla en la actual atmósfera de la que disfrutamos hoy en día disfrutamos , al ser descendientes de los organismos que vinieron después, quedando arrinconadas las cianobacterias a lugares donde escasea el oxígeno.
En otras palabras, que en la Tierra, primero aparecieron seres vivos, y posteriormente, apareció la atmósfera rica en oxígeno, que fue producida por estos primeros seres vivos.
Es decir, que la vida puede surgir en otros planetas, y que si algún día encontramos otro mundo que goce de una atmósfera similar a la nuestra, estará habitado.
Y además, seguir los pasos descritos por esta hipótesis, también sirve para definir cómo sería el proceso para crear atmósfera en planetas muertos. Primero, enviamos los microorganismos pertinentes, y después, esperamos a que el planeta sea habitable.
De estas cosas también se hablan en mi libro, aunque no las nombro como "hipótesis Gaia"
viernes, 18 de octubre de 2013
Sobre el rigor científico.
Teniendo en cuenta que me dedico a escribir ciencia ficción, soy muy consciente de que estoy obligado a mantener cierto rigor científico en mis relatos.
No obstante, al tener yo formación científica, ya muchos dan por sentado que cometeré errores ortográficos a menudo, y por lo tanto, no se sorprenderán si encuentran mis escritos plagados por erratas (¡Ay! ¿Cuando tendre ha alguién qué aga estás tarehas por mi?)
Sin embargo, al tener formación científica, muchas de las exposiciones que escribo son de fiar. Y no estoy hablando solamente de los detalles técnicos o naturales, sino también, de la manera de escribir las cosas.
Porque, por muy sorprendente que pueda aparecer, las gentes que hemos estudiado ciencias también tenemos que cumplir ciertas normas gramaticales que los profanos en la materia ignoran.
El origen de estas reflexiones viene dado por una exposición de animales animatrónicos que presencie los últimos días en As Cancelas, en Santiago de Compostela, que mostraban una serie de reconstrucciones de criaturas que vivieron en la Edad de Hielo.
Ni que decir tiene que esta exposición hizo mis delicias, además de las de los niños que pasaron por la cena, y de cualquier otro visitante que tuviera la más mínima curiosidad sobre estos seres, reproducciones animatrónicas de seres que existieron (o existen) en el mundo real, que se movían o rugían cada vez que alguien se les acercaba.
Pero mi gozo se vino abajo al leer los textos de explicación que acompañaban a cada una de esas criaturas, y no fue porque encontrara que la información ahí expuesta fuera incompleta o inexacta. De hecho, era muy útil para que un profano en paleontología se acercase a estos temas, y se informara de ello.
Lo que me llamó la atención, ¡era ver que los nombres científicos de los animales estaban mal escritos!
Todo el que ha estudiado algo de taxonomía, sabe que cuando hay que escribir el nombre científico de un ser vivo, tiene que hacerlo en dos palabras; el nominativo genérico, y el epíteto específico. Pero además, tiene que escribirse en minúsculas, a excepción de la primera letra del nominativo específico. Y también, los nombres científicos se escriben en cursiva, o en su defecto, subrayados.
Y por lo tanto (y como ejemplo), al mamut, que apareció en el texto como Mamulus Imperialis, se tenía que haber escrito Mamulus imperialis, o, Mamulus imperialis.
Este error demuestra que el que escribió esos textos para la exposición, no fue ningún científico (aunque sí sería alguien que controlaba algo de latín).
Por mi parte, yo no cometí este error cuando mencioné al Sauriopithecus habilis en mi anterior novela.
Y hablando del tema; no se olviden de leer "El planeta de la noche eterna".
No obstante, al tener yo formación científica, ya muchos dan por sentado que cometeré errores ortográficos a menudo, y por lo tanto, no se sorprenderán si encuentran mis escritos plagados por erratas (¡Ay! ¿Cuando tendre ha alguién qué aga estás tarehas por mi?)
Sin embargo, al tener formación científica, muchas de las exposiciones que escribo son de fiar. Y no estoy hablando solamente de los detalles técnicos o naturales, sino también, de la manera de escribir las cosas.
Porque, por muy sorprendente que pueda aparecer, las gentes que hemos estudiado ciencias también tenemos que cumplir ciertas normas gramaticales que los profanos en la materia ignoran.
El origen de estas reflexiones viene dado por una exposición de animales animatrónicos que presencie los últimos días en As Cancelas, en Santiago de Compostela, que mostraban una serie de reconstrucciones de criaturas que vivieron en la Edad de Hielo.
Ni que decir tiene que esta exposición hizo mis delicias, además de las de los niños que pasaron por la cena, y de cualquier otro visitante que tuviera la más mínima curiosidad sobre estos seres, reproducciones animatrónicas de seres que existieron (o existen) en el mundo real, que se movían o rugían cada vez que alguien se les acercaba.
Pero mi gozo se vino abajo al leer los textos de explicación que acompañaban a cada una de esas criaturas, y no fue porque encontrara que la información ahí expuesta fuera incompleta o inexacta. De hecho, era muy útil para que un profano en paleontología se acercase a estos temas, y se informara de ello.
Lo que me llamó la atención, ¡era ver que los nombres científicos de los animales estaban mal escritos!
Todo el que ha estudiado algo de taxonomía, sabe que cuando hay que escribir el nombre científico de un ser vivo, tiene que hacerlo en dos palabras; el nominativo genérico, y el epíteto específico. Pero además, tiene que escribirse en minúsculas, a excepción de la primera letra del nominativo específico. Y también, los nombres científicos se escriben en cursiva, o en su defecto, subrayados.
Y por lo tanto (y como ejemplo), al mamut, que apareció en el texto como Mamulus Imperialis, se tenía que haber escrito Mamulus imperialis, o, Mamulus imperialis.
Este error demuestra que el que escribió esos textos para la exposición, no fue ningún científico (aunque sí sería alguien que controlaba algo de latín).
Por mi parte, yo no cometí este error cuando mencioné al Sauriopithecus habilis en mi anterior novela.
Y hablando del tema; no se olviden de leer "El planeta de la noche eterna".
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